Gantcho Karoushkov, el entrenador que le dio nivel a las pesas en Colombia

Gantcho Karoushkov, el entrenador que le dio nivel a las pesas en Colombia

marzo 3, 2022 0 Por admin

Por Marco Antonio Garcés Q.-Editor general Colombia Tierra de Campeones

Fotos: Cortesía Comité Olímpico Colombiano

Para él no había término medio: Siempre dirigía los entrenamientos con alta exigencia para alcanzar los mayores logros, con una rigidez que trasladó desde su natal Bulgaria. Así era Gantcho Karushkov, el técnico de pesas que allanó el camino olímpico de Colombia con el oro de María Isabel Urrutia y cuyo deceso el martes en Plovdiv, su ciudad de origen, llenó de tristeza el 28 de febrero, próximo a cumplir 88 años.

En otras palabras, o era negro o blanco, pero nunca gris. Lo conocí en 1995, cuando este servidor daba sus primeros pasos en el periodismo deportivo, en la víspera de los I Juegos del Pacífico. Me llamaba la atención su férreo método de entrenamiento, típico de ese país perteneciente a la Unión Soviética de sus años mozos, heredada de su padre, quien hizo parte del Ejército de esa nación.

Viéndolo realizar jornadas extenuantes que se extendían diaria- mente hasta las 9:30 o 10 de la noche entendí que sin esfuerzo no hay recompensa. Sus dirigi- dos parecían no dar más cuan- do le cargaba cada vez más la palanqueta y se quejaban, pero Gantcho no se conformaba, proyectándose siempre hacia el primer lugar del podio.

Amaba a Cali, siempre lo repetía. La Escuela Nacional del Deporte –donde era docente de la especialidad– le separó un espacio como alojamiento, junto a su amigo y compatriota Ivan Todorov, a un lado de los salones y de allí solo salía para caminar unos metros y quedar listo en el coliseo para recibir a los convocados de la Selección Colombia.

Llegó a la capital vallecaucana en 1988, con las buenas referencias dadas por Jaiber Manjarrés. En la gesta de María fue el gran arquitecto. Aunque la atleta de Candelaria participó en los Juegos Olímpicos de 1988, la con- venció de que se cambiara de los lanzamientos en el atletismo a la halterofilia, para aprovechar s corpulencia. En 1999 estuvo cerca de retirarse, pero ese mismo año se abrió la competencia olímpica para las damas y los consejos de Gantcho fueron su mayor motivación para pensar en el sueño de Sidney, en la temporada siguiente.

Con la fe puesta en ese objetivo se trazaron los planes. La esperaba todos los días en un pequeño coliseo acondicionado para ellos a un lado del Diamante de Béis- bol Miguel Chávez, ya que los choques con los entrenadores de la Liga del Valle provocaban esa división que causó tantas rencillas en el mandato de Tulio Hernán Martínez (q.e.p.d.) en la Fe- deración Colombiana de Pesas.

Cada práctica era eterna, más en el mes cercano a la concentración en Bulgaria. Casi siempre hasta las 9:30 o 10 de la noche. Urrutia, más delgada, hacía lo imposible para no defraudarlo, con una dieta estricta que la llevó a perder más de 20 kilogramos. Pero ella confiaba en su mentor, escasamente detenía las repeticiones para tomar agua o secarse el sudor. Nada de sonrisas, al contrario, la animaba para levantar más y más.

El entrenador búlgaro daba sus instrucciones y esperaba que los pesistas lo dieran todo en la plataforma. Los horarios para comenzar debían cumplirse estrictamente.

La gran recompensa, sin duda, la de aquella madrugada del 21 de septiembre de 2000 en Colombia, en la tarde de Sidney (Australia). quedando en 75, división en la que abrazó la gloria con un total de 245 kilogramos -por menor peso corporal que la nigeriana Ruth Ogbeifo y la representante de China Taipei, Kuo Yi-Hang,- tras superar una grave lesión de rodi- lla y recibir una tarjeta de invitación o ‘Wild Card’.

Sus canas, ceño fruncido, pocas palabras y brazos cruzados a la espera de las ejecuciones, lo aparentaban como una persona inaccesible, pero después me di cuenta que era totalmente distinto. Muchas veces recibió al equipo de información de El País con gaseosa y pandebono caliente. Sonreía para decirnos que podíamos repetir.


Mábel Mosquera, medallista olímpica de bronce en Atenas 2004.

Frases:

“ Lo vivido con Gantcho fue un aprendizaje que me sirvió muchísimo para la parte deportiva y luego para vida. Fue un aprendizaje muy bonito, en lo deportivo, me queda todo esto para ponerlo en práctica”.

Diego Salazar, medallista de plata en Beijing 2008.

En otra ocasión, subido en un cuñete de pintura y apoyado en la pared del coliseo adjunto al Estadio de Atletismo Pedro Grajales, donde montó su fortín, nos dijo: “Gantcho no solo es entrenador, Gantcho también es pintor, y también compra la pintura para que estos muchachos estén en un sitio agradable y en buenas condiciones”.

El fallecido entrenador, al lado de Ciro Solano (hoy presidente del COC) y en ese momento jefe de Misión en los Olímpicos de Londres 2012, y Rafael Lloreda (q.e.p.d.)

Tampoco olvido la ocasión en que saludé a Ubaldina Valoyes, la pesista formada en el Urabá antioqueño y que después terminó enfundándose la camiseta de Bogotá, así como la de la Selección Colombia.

Casi rendida a punto de tirar la barra, le dije desde la puerta del salón: “Hola Ubita”, a lo que Karushkov respondió: “Ubita, perezosa”.

Al mismo tiempo, se presentaron denuncias de halteros que afirmaban que las altas cargas lo habían dejado por fuera de competencia, con lesiones irreversibles. Como si supiera que al otro día iría al coliseo, me esperaba con el periódico y las frases de los deportistas en resaltador amarillo, para hacerme el reclamo, siempre con el mayor respeto.

De igual forma, vienen a mi mente las diferencias con Jaiber Manjarrés, técnico del Valle, que le enviaba sus dirigidos para que los alistara hacia las competencias internacionales. Óscar Figueroa y Diego Salazar, medallistas olímpicos, que en algún momento no estaban de acuerdo con sus decisiones, pero que no pueden desconocer el gran aporte del europeo en sus logros. Al mismo tiempo se presentaron denuncias de halteros que afir- maban que las altas cargas lo habían dejado por fuera de compe- tencia, con lesiones irreversibles. Como si supiera que al otro día iría al coliseo, me esperaba con el periódico y las frases de los deportistas resaltadas en amarillo, para hacerme el reclamo, siempre con el mayor respeto.

Pero el lado tierno de Gantcho lo desplegó casi presagiando su despedida de Cali, cuando sus ojos se iluminaban al hablar de su esposa Temenuga, sus hijos Mariana y Tsvetelin, así como de su nieto. Mostraba las fotos y con su propio puño y letra manuscrita escribía sus nombres para que todo quedara claro y saliera en el periódico.

Finalmente, en 2009, ante tanta animadversión, la vinculación terminó y Georgi Panchev reem- plazó a su compatriota al frente de la Selección Colombia, por lo que Gantcho se fue a trabajar con Perú, haciendo presencia en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y en otras competencias internacionales.

Recuerdos:

“Gantcho fue un técnico que impulsó mucho el proceso de Colombia, no solo la primera medalla olímpica de María Isabel, sino que aportó su amplia experiencia, apoyó mucho la parte técnica de los deportistas”.


Henry Arcila, ex presidente de la Liga Vallecaucana de Pesas.

“Jaiber lo vio en un Mundial y lo recomendó, lo que más recuerdo de él era su disciplina, era un tipo incansable para trabajar, muy entregado, y la disciplina, ante todo, eso fue lo que lo caracterizó. Las diferencias surgieron por su metodología de trabajo, nosotros no teníamos esa metodología de las altas cargas, empezó la gente a lesionarse y vinieron las discordias. En el trabajo de base él tenía una forma muy diferente de pensar, quería imponer una forma de trabajo en lavase, y la forma de yttrabajaar, la parte técnica. Hay que reconocerle que cuando legó fueron los que abrieron Colombia para el mundo”, señaló Ariel Salazar, técnico de la Liga del Valle.

Para el medallista de plata en Beijing 2008 en la división de 62 kilogramos, el tulueño Diego Salazar: “De Gantcho siempre escuchábamos que era un entrenador estricto, con muchas ganas de hacer historia, hacer títulos y medallas. Habíamos visto de parte de los búlgaros que descubrían talentos, luego lo viví en persona, algo bastante duro. Decía que los futuros deportistas que querían estar en lo más alto debían tener disciplina, responsabilidad y creer en sí mismos, en el trabajo de cada uno. Fueron momentos muy bonitos y también difíciles, porque fue una persona que estuvo en la Segunda Guerra Mundial.

Gantcho, junto al medallista olímpico de plata en Londres 2012, Diego Salazar, a Ciro Solano y Georgi Panchev, tras la consecución de la presea.

“A pesar de los defectos y diferencias con él, Gantcho puso las pesas de Colombia en un nivel muy alto”.

Ariel Salazar, entrenador de pesas de Roldanillo.

Salazar añade que ello puede explicar la razón de sus entrenamientos estilo miliciano, que estaban programados para el que se pudiera adaptar. “A algunos fue muy difícil adaptarse al ritmo de exigencia, en ese momento todos estábamos muy atentos de las instrucciones del ‘profe’ Gantcho, siempre nos decía que había que trabajar muy fuerte para que se viera en la competencia. Teníamos muchos altercados por la forma de tratar al pesista, chocaba con nosotros, pero eso es parte del trabajo, de la vida de y una preparación, luego poco a poco fuimos aprendiendo y ajustándonos a este tipo de entrenamientos, entendíamos lo que nos hacía daño y lo modificábamos”.

En tanto, Henry Arcila, quien presidía la Liga Vallecacauna de Pesas en ese momento, indicó que “Gantcho estuvo muchos años en Colombia y ayudó a que los deportistas vieran muchas posibilidades de salir adelante, especialmente con miras a los Mundiales y Juegos Olímpicos. Era un entrenador de alto rendimiento, muy exigente, tenía un trabajo fuerte, con Óscar Figueroa hubo diferencias, María Isabel le aguantó el ritmo y Jaiber (Manjarrés) hacía una parte del proceso, porque era entrenador regional.

Por su parte, la chocoana residenciada hace muchos años en Bucaramanga, Mábel Mosquera, medallista de bronce en los Olímpicos de Atenas 2004, afirmó que “Gantcho fue un hombre muy estricto, muy rígido, pero gracias a eso los que estuvimos con él adquirimos mucha disciplina y respeto a la puntualidad, todos sabemos que la disciplina es la madre del éxito. Gracias a esos entrenamientos, jornadas de sacrificio, de dolor, de sudor y de creer que ya no éramos capaces de seguir en las pesas, fue que nos formamos tan fuertes para seguir adelante y hacer las cosas sin importar las adversidades. Eso le aprendimos a Gantcho”.

“ Gantcho tenía una frase que nos repetía, ‘colombianos perezosos, dolor no existe, vamos que el dolor no existe. Siempre nos llevaba al máximo de nuestros esfuerzos, eso fue muy importante para nosotros, que estábamos acostumbrados a hacer las cosas hasta que se sintiera dolor, y con él trabajábamos con dolor y sin dolor”.


Mábel Mosquera, medallista olímpica de bronce en Atenas 2004.

La atleta sostuvo que “quedaron algunas lesiones deportivas, pero cuando uno mira ese cariño y el afecto de la gente por los logros que conseguimos a nivel internacional, eso se olvida y ahí es cuando decimos que todo se logra con esfuerzo, sacrificio, disciplina y perseverancia, eso era Gantcho Karushkov en Colombia”.

Mábel tiene todo claro en su mente todo lo vivido con Gantcho: “Me acuerdo que nos decía que los entrenos empezaban a las 10 de la mañana y 4 de la tarde, si nosotros llegábamos a esas horas en punto nos cerraba la puerta y si nos dejaba entrar nos ponía a dar cuatro vueltas a la cancha. Teníamos que estar al menos 15 minutos antes y a la hora en punto ya debíamos tener la barra en la mano. Era una disciplina exacta y no nos podíamos pasar ni un segundo. Eso fue muy importante, y aún aquí en Colombia se sigue entrenando con el plan de Gantcho, él le aportó a las pesas su plan de preparación, disciplina, perseverancia y nos enseñó que todo se logra con sacrificio, con esfuerzo y dolor, y que siempre tenemos que llegar a la cima sacrificando muchas cosas”.

“A Gantcho le teníamos tanto respeto que los viernes, que eran siempre de chequeos, debíamos hacer ciertas marcas para cumplirle y cuando no nos iba bien, sentíamos vergüenza. El que no las hiciera prácticamente quedaba en evidencia y era algo penoso”.

Mábel Mosquera, medallista olímpica de bronce en Atenas 2004.

Según la publicación de un medio búlgaro hace unos días, Gantcho nació el 20 de marzo de 1934 en Mihailovo (Starozagorsk). En 1956 se graduó de la NSA con una especialización en halterofilia y se convirtió en profesor de educación física en Yambol.

En 1960 comenzó a trabajar en la Escuela Deportiva Juvenil en Plovdiv, y de 1963 a 1969 estuvo en la DFS Maritsa. Entre 1969 y 1988 Karushkov se vinculó como profesor en la V. Universidad Levski, en Plovdiv.

Luego, emprendería su marcha a Colombia, donde estuvo dos periodos: Entre 1988 y 1991, y después de 1996 hasta 2014, periodo en el que llevó a tres pesistas nuestros al podio olímpico: María Isabel, Mabel Mosquera (bronce en Atenas 2004) y Diego Salazar (plata en Beijing 2008). Desde Lima se mantenía la comunicación, vía celular, y preguntaba por el desarrollo de esta disciplina en el país.

Karushkov es considerado el verdadero fundador de la Escuela de Halterofilia Maritsa. Como entrenador en Plovdiv preparó a más de 100 atletas en Bulgaria. Uno de sus alumnos fue Assen Zlatev – el primer campeón olímpico de halterofilia de Plovdiv (1980 en Moscú). Los que crecieron en Plovdiv o trabajaron bajo su mando fueron también los medallistas de Juegos Olímpicos, Mundiales y de Europa: Rumen Alexandrov, Mincho Pashov, Stefan Topurov, Sevdalin Marinov, Zhenya Sarandaliyev, Lyubomir Usherov, Nikolay Boev, Peter Musinov, Emil Merkebov y el imbatible Naim Suleimanoglu.

Durante mucho tiempo, Karushkov fue asistente de Ivan Abadzhiev en el equipo nacional masculino y de Slavi Kanelov -para jóvenes y adolescentes.

Karushkov también dejó una huella imborrable en Colombia. Sus pupilos batieron más de 400 récords nacionales de Colombia.

Sus exequias serán en Plovdiv -que con 544.628 habitantes es la segunda ciudad más poblada del país, después de la capital-, Sofía.