El crack peruano que deslumbró en Colombia y encontró su premio en Dios
junio 15, 2020Redacción Colombia Tierra de Campeones
Muchos de quienes gozamos del privilegio de haber nacido en esa generación que hoy tiene más de 50 años de edad podemos decir, sin equivocarnos, que con ir a verlo a la cancha se justificaba el pago de la boleta de la entrada a los estadios.
En medio de la natural división de criterios que siempre ha acompañado a los seres humanos, hay algo que en su país en lo que se ponen de acuerdo los especialistas: es el jugador más rico técnicamente, con el balón en sus pies, que ha haya dado el balompié inca hasta ahora.
Alianza Lima fue el equipo de sus amores, en el que desparramó toda su clase para ser campeón nacional en tres ocasiones, y luego en el combinado nacional de Perú, en una Selección formidable que se quedó con la Copa América de 1975 y después en el Mundial de Argentina 1978 dio cátedra con su juego para imponerse en la primera ronda del certamen.
Pero tremendo talento tenía que trascender fuera de su país y en 1979 fue contratado por Atlético Nacional en Colombia. A los dos años fue campeón de la Liga, suscitando el interés América de Cali, equipo en el que también dio la vuelta olímpica en 1984, al mando del legendario Gabriel Ochoa. También descolló en la Copa Libertadores, como cuando le anotó dos goles de gran factura al todopoderoso Flamengo, de Brasil, en el propio Maracaná.
Una delicada lesión lo sacó durante un año de la competencia y finalmente estuvo en Pereira y Cúcuta, de 1985 a 1986, prácticamente en el ocaso de su notable carrera deportiva.
¿Más señales para decir que nos referimos a César Augusto Cueto Villa?, o como todos los conocimos: ’el Poeta de la Zurda’. Daba gusto cuando el balón llegada a sus pies, verlo hacer un túnel, un sombrero, colocar el esférico en un ángulo imposible en tiros libres o en jugadas en movimientos, o dejar a sus atacantes mano a mano frente a los arqueros rivales. En una sola palabra, era todo un mago.
Actualmente, con 67 años de edad, Cueto se siente pleno con su misión en la iglesia católica. Viaja por las ciudades de su país llevando la palabra de Dios donde Él lo ponga, sin importar cuánto tiempo deba quedarse. No tiene afán, pues está pleno con su labor. Son vocaciones de equipos que salen a las provincias, y lo hacen junto a un sacerdote y un seminarista.
El 14 de julio del 2016 le hicieron la despedida oficial. Estuvo durante 55 minutos en el Estadio Nacional, de Lima, haciendo parte de un representativo de Alianza Lima que le ganó 2-0 al ‘Resto de América’, con goles de Roberto Palacios y Pedro García. Jugó 55 minutos al lado de su amigo de siempre Guillermo La Rosa, Teófilo Cubillas, Francisco Pizarro, Juan Jayo, Jaime Duarte, Rubén ‘Panadero’ Díaz, José Velásquez, Carlos Basombrío, Roberto ‘el Chorrillano’ Palacios y Waldir Sáenz.
Al frente, en el ‘Resto de América’ estaban hombres de la talla de Gustavo Roverano, Héctor Chumpitaz, Percy Olivares, Mauricio ‘Chicho’ Serna, Carlos Valderrama, Willington Ortiz, Carlos Caszely, Ricardo Bochini, Víctor Marulanda y José Luis Carranza, entre otros.
En charla con el portal Futbolred y luego con Colombia Tierra de Campeones, explicó la tarea que Dios le puso en el camino después de encandilar con su fútbol a millones de aficionados en el mundo.
“Estoy dentro de la Iglesia católica, en el camino catecumenar hace más de 27 años, ahora estoy de itinerante, de misionero. Tengo 7 años en la misión, camino también con mi comunidad en Lima, pero dejando todo para anunciar el evangelio, estoy a disposición del amor de Dios. Nada mejor que entrar a la voluntad de Dios, uno elige dónde estar, los sacramentos, el Papa, los sacramentos, la eucaristía…”.
Ese día atendió la llamada desde Piura, en el noroeste peruano, para referirse a la forma en que se ocupa los días: “Renovando cada año la continuidad y la libertad, llevo ya siete años y Dios me ayuda a seguir adelante. Uno siempre camina, reza, alguna vez en una catequesis escuché la palabra, entré, descubrí un camino allí, un camino de aceptación a la fe, ya llevo un buen tiempo de que Dios me llevó a vivir poco a poco todas las cosas que uno no sabe de la vida para experimentar cada día lo mejor”.
Cueto agrega que no le falta nada, y estamos seguros que así es: “Todo esto nace para poder agradecer con el corazón lo que Dios ha hecho durante toda la historia; decirle que sí, combatir cada día, atento, rezando porque tenemos la concupiscencia de la carne, los embates del maligno, que siempre tratan de atacar a todos. Hay que estar en guardia y que Dios nos ayude a hacer su voluntad. En tiempo de Pascua Dios venció la muerte, está con nosotros y nos invita a no bajarnos de la cruz y cada día combatir todo esto”.
César está separado, tiene cuatro hijas, todas mayores. Tres casadas, seis nietos y dos bisnietos. Cuando escuchó que se le hablaba desde Cali a través del celular se escuchó su voz alegre, transmitiendo todo lo que significó esta ciudad para él al ponerse al servicio del América.
“En las oportunidades en que me he comunicado con gente de allá nada más lo que sale de uno es cariño, un agradecimiento a todos por el tiempo que pasé por allá, es algo para siempre. En Cali lo mejor, la gente, el cariño, la pasión grande que tienen por el fútbol, en especial cuando juega el América, después los compañeros, que los recuerdo mucho, un abrazo para todos, los quiero, también al médico (Gabriel) Ochoa, al profesor (Gastón) Moragas, que siempre se preocuparon para que estuviéramos de buena manera”, manifestó.
Con la humildad que le caracteriza, explica los dones que Dios le dio para jugar al fútbol: “son momentos que le toca vivir a uno dentro de su edad y quedan en la retina como algo que agrada. Dios le da a cada uno lo mejor para vivir, estar unido a Él, que es lo principal, y después nos marca algunas pautas para crecer, pasa también por la dedicación y el cariño que le pongas, para mí fue en el fútbol”.
Sobre si ese encuentro de Copa Libertadores de 1984 con Flamengo en el Maracaná -cuando perdieron 4-2, y los dos goles los hizo él- fue uno de los que más recuerda con América, sostuvo que “fueron momentos de partido que uno jugaba tanto con el médico, dar lo mejor por el equipo, uno disfruta de lo que ve y si están contentos, mucho mejor. No sé si lo nombren más por ser visitantes en el Maracaná, dos goles, pero en América jugué muchos partidos que también valoré, disfruté, con la entrega de todos, pases de gol, que uno recuerda gratamente con el apoyo de los compañeros, me trataron bien, me enseñaron, verdaderamente agradecidos con todos ellos”.
‘El Poeta’ evoca una anécdota sobre los compañeros que tuvo en ese América de Cali que parecía una Selección del continente: “Con todos la fui bien, pero si es de nombrar uno por los viajes continuos, Falcioni. Casi siempre nos tocaba en la habitación, con Julio hay un cariño grande. Era de los jugadores que tenían sus cosas, su cigarrito. Una vez fuimos a Medellín, pasaba el médico a cada rato, con él había que tener un respeto grande. Falcioni era el único que podía fumar. M ofreció uno y se lo recibí, pero cuando entró a bañarse se lo dejé cerca a su cama. En ese momento sonó la ducha y entró el médico (Gabriel Ochoa), me preguntó por Julio, le señalé que se estaba bañando y le mostré que allí estaba su cigarrito, cuando salió Falcioni y respondió que el de él lo tenía en la mano. Ese día me dio pena con el médico, pero él sabía que yo no era irrespetuoso” (risas).
No duda en darle al ex guardameta argentino y hoy entrenador del Banfield toda la trascendencia que tuvo en el conjunto escarlata: “Falcioni llegó bastante joven al América, fue figura total, lo demostró en el campo, en los entrenamientos, que eran muy fuertes. No lo vamos a olvidar nunca la entrega total de un arquero de gran calidad”.
En Colombia hay una división de conceptos en torno al médico Ochoa, ya que muchos dicen que era defensivo, pero Cueto tiene su opinión: “Me parece que tergiversaban las cosas porque planteaba bien el partido, los jugadores eran de ida y vuelta, de correr, marcar, bajar, ninguno aflojaba, en ese sentido siempre el equipo estaba bien preparado en todo sentido, físicamente, ver los videos, bastante estudioso. Esas siempre son cosas que le ponen al técnico, pero era muy efectivo hacia adelante”.
Se detiene un momento y expone lo que para él era la clave del equipo de Ochoa Uribe: “Todos tenían una función importante, le ponían más ganas, era un entrenador espectacular, nos decía que desde el que arreglaba los guayos todos éramos iguales y tenemos que ayudarnos y querernos en ese sentido, cuando entrenábamos era terrible, nadie aflojaba, veía adelante a Willington (Ortiz) y al ‘Pitillo’ Valencia, al resto atrás, yo soñaba no más con que terminara y poner las piernas entre las piedras para que me pasara el agua helada y comerme un raspado”.
Ese América contaba con jugadores muy veloces, aunque César a todos les da su reconocimiento: “Cada uno tenía su virtud para demarcarse, darle facilidad a uno para pensar. Teníamos a Willington, a ‘Pipa’ (De Ávila), a (Víctor) Lugo, pero también a Guillermo (Larrosa) cada uno con su virtud para definir.
En esa época se decía que al equipo escarlata lo favorecían con los penaltis, sobre todo cuando Víctor Lugo entraba al área, incluso cuando se presentaban en El Campín ante Millonarios o Santa Fe, en RCN Bogotá Óscar Restrepo Pérez, ‘Trapito’, hacía encuestas con sus oyentes para que adivinaran en qué minuto le pitarían una pena máxima. Pero Cueto tiene una explicación: “Lo que pasa es que como era tan rápido alargaba la bola, el defensor en balón dividido pensaba que llegaba primero y Lugo metía la punta por delante, luego el rival llegaba tarde y le cometían penal; él tenía su habilidad. Cuando jugaba en Nacional también teníamos un delantero rápido como el ‘Chumi’ Castañeda, que era muy desequilibrante”.
Esta amena charla finalizó cuando llegó la tarde y César, que hoy orgullosamente es un misionero de Dios, debía atender una eucaristía virtual, aunque antes nos deja un mensaje para poner en práctica: “Acá en Piura encerradito, rezando todo el día, esto sirve para que todos nosotros estemos en casa, pensar un poquito, dialogar un poquito, encontrarnos con Dios, son circunstancias y enfermedades que se dan; pero el Señor nos sostiene, hay que parar en seco y apuntar hacia dónde va la vida y volver a la casa paterna. Hay que empezar de cero, esperar que salga la vacuna, empezar con Dios, eso nos hará vivir mejor”.
Genio, antes en la cancha y después fuera de ella. Un hombre feliz porque está en los caminos de Dios. Un ser humano al que no le falta nada, porque está pleno cumpliendo la Palabra del Señor.